lunes, julio 24, 2006

Proggres unidos, hamás serán vencidos

viernes, julio 21, 2006

El verdadero Irak


Pasar tiempo en Estados Unidos después de un viaje por Irak puede ser una experiencia desorientadora estos días. En cuestión de horas de llegar aquí, como puedo dar fe de una visita reciente, uno es confrontado con una imagen de Irak que es irreconocible. Se crea de varias maneras solapadas: a través de grabaciones televisivas que muestran los restos retorcidos de vehículos utilizados en atentados suicida, rodeados de mujeres llorando de negro y hombres de aspecto pálido portando ataúdes; a través de estrategas de sillón y gurús políticos que predicen mayor debacle o que pontifican cómo debería haberse librado la guerra desde el principio; a través de autores de libros de historia instantánea que siguen un itinerario dado para diseccionar los diversos "errores fundamentales" cometidos por la administración Bush; y a través de reporteros, encerrados placenteramente en hoteles de Bagdad, que explican "la carnicería" y "el caos" en las calles como señales de la guerra civil "inminente" o "sin declarar" del país. Añada a todo esto el presunto escándalo o revelación del día -- un operativo expulsado de la CIA, un informe de inteligencia presuntamente manipulado, un examen pesimista filtrado -- y no hay duda de porqué el público americano registra desilusión con Irak y con todo el mundo que confundió a Estados Unidos en sus problemas.


En la práctica sería difícil para el ciudadano medio interesado descubrir por su cuenta lo grotescamente que esta imagen distorsiona las realidades del Irak de hoy en día. Parte del problema, afrontado incluso por las corporaciones de noticias mejor intencionadas, es la dificultad a la hora de cubrir un tema tan grande y complejo; naturalmente, en tales circunstancias, los artículos sensacionalistas alcanzan la cima. Pero incluso los esfuerzos ostensiblemente más objetivos, como el tan citado Iraq Index de la Brookings Institution, con su rango de indicadores de seguridad, económicos y de opinión pública constantemente actualizados, nos dicen poco acerca de la sensación real del país sobre el terreno.

Para empeorar las cosas, muchos de los presentadores, críticos y comentaristas en los que la audiencia y los lectores americanos confían en que describan la situación han sido contaminados por la creciente amargura de la política americana. Claramente los hay en los medios y en las instituciones que desean que la empresa de Irak termine en tragedia, como justo castigo a George W. Bush. Otros, movidos por sentimientos nobles, aborrecen tanto la idea de la guerra que la prohibirían del discurso público antes de admitir que, en algunas circunstancias, el poder militar puede utilizarse en apoyo a una buena causa. Pero sea cual sea el motivo, la desinformación descarada y las medias verdades que funcionan hoy como sentido común han perjudicado gravemente al pueblo americano.

Para alguien como yo, que ha pasado un tiempo considerable en Irak -- un país que visité por primera vez en 1968 -- la presente realidad allí es, no obstante, muy distinta de este sentido común, lo mismo que las perspectivas de futuro de Irak. Ayuda saber dónde mirar, en qué fuentes confiar y cómo evaluar el presente momento en contraste con el contexto de la historia iraquí y de Oriente Medio. Desde mi primer encuentro con Irak hace casi 40 años, he confiado en diversas medidas genéricas de la salud social y económica a la hora de examinar la condición del país. En los buenos y en los malos tiempos, estas señales han demostrado ser destacadamente precisas -- tan precisas, se sobrentiende, como es posible en temas humanos.

Desde hace algún tiempo, todo ha estado señalando en una dirección inequívocamente positiva.

La primera señal son los refugiados. Cuando las cosas han estado verdaderamente mal en Irak -- en 1959, en 1969, en 1971, en 1973, en 1980, en 1988, y en 1990 -- largas procesiones de iraquíes han hecho cola en las fronteras turca e iraní, esperando escapar. En 1973, por ejemplo, cuando Saddam Hussein decidía expulsar a todos aquellos cuyos ancestros no habían sido ciudadanos otomanos antes de la creación de Irak como estado, alrededor de 1,2 millones de iraquíes abandonaron sus hogares en el espacio de apenas seis semanas. Esto no fue el exilio temporal de un reducido grupo de profesionales e intelectuales de clase media, lo que es un fenómeno bastante común en la mayor parte de los países árabes. En lugar de eso, fue una partida en masa, que afectó tanto a la gente de las aldeas pequeñas como de las grandes ciudades, y que fue una escena repetida con regularidad bajo Saddam Hussein. Desde el derrocamiento de Saddam en el 2003, esto es una imagen altamente dañina que no hemos visto en nuestros aparatos de televisión -- y podemos estar seguros de que la estaríamos viendo si estuviera allí para ser mostrada. Por el contrario, los iraquíes, lejos de huir, han estado volviendo a casa. Hacia finales del 2005, en la observación más modesta, la cifra de refugiados retornados superaba la cota de los 1,2 millones. Muchos de los campamentos creados para iraquíes huidos en Turquía, Irán o Arabia Saudí desde 1959 están cerrados hoy. El más antiguo de tales centros, en Ashrafiayh, al suroeste de Irán, fue cerrado formalmente cuando su último inquilino iraquí volvía a casa en el 2004.

Una segunda señal fiable concierne igualmente al flujo humano, pero de un tipo distinto. Es el flujo de peregrinos religiosos a los enclaves sagrados chiíes de Karbala y Najaf. Cuando quiera que las cosas empiezan a ir mal en Irak, esta corriente se reduce a un arroyo y después se seca por completo. Desde 1991 (cuando Saddam Hussein masacraba a los chi’íes involucrados en una revuelta contra él) hasta el 2003, apenas hubo peregrinos a estas ciudades. Desde que cayó Saddam, han estado inundadas de visitantes. En el 2005, se estima que los lugares sagrados recibieron alrededor de 12 millones de peregrinos, convirtiéndolos en los lugares más visitados de todo el mundo musulmán, por delante de Medina y La Meca. Más de 3000 clérigos iraquíes han vuelto también del exilio, y los seminarios chi’íes, que apenas hace unos cuantos años no albergaban a más de una docena de alumnos, ahora se jactan de más de 15.000 procedentes de 40 países distintos. Esto se debe a que Najaf, el centro más antiguo del saber académico chi’í, es capaz una vez más de ofrecer una alternativa a Qom, la "ciudad santa" iraní donde se enseña una versión radical y altamente politizada del chi’ísmo. Aquellos que desean seguir el estudio de formas del chi’ísmo más tradicionales y tranquilas acuden a Irak, donde, al contrario que en Irán, los seminarios no están controlados por el gobierno ni por su policía secreta.

Una tercera señal, ésta de la índole económica simple, es el valor del dinar iraquí, especialmente comparado con las restantes divisas importantes de la región. En los últimos años del gobierno de Saddam Hussein, el dinar iraquí estaba en caída libre; después de 1995, ni siquiera se canjeaba ya en Irán o Kuwait. En contraste, el nuevo dinar, introducido a comienzos del 2004, está funcionando bien tanto frente al dinar kuwaití como frente al rial iraní, habiéndose revalorizado en un 17% frente al primero y un 23% frente al segundo. Aunque aún es imposible fijar su valor frente a un abanico de divisas internacionales, el nuevo dinar iraquí ha funcionado bien frente al dólar americano, incrementándose en valor casi un 18% entre agosto del 2004 y agosto del 2005. La aplastante mayoría de iraquíes, y millones de iraníes y kuwaitíes, lo tratan hoy como patrón de cambio seguro y sólido.

Mi cuarta señal a prueba de épocas es el nivel de actividad entre las empresas de tamaño pequeño y mediano. En el pasado, cuando quiera que las cosas fueran cuesta abajo en Irak, grandes cifras de tales empresas simplemente cerraban, con los emprendedores más arriesgados optando por Jordania, Siria, Arabia Saudí, los estados del Golfo Pérsico, Turquía, Irán o incluso Europa y Norteamérica. Desde la liberación, sin embargo, Irán ha sido testigo de un boom del sector privado, especialmente entre las empresas de tamaño pequeño y mediano. Según el Fondo Monetario Internacional (IMF) y el Banco Mundial, así como numerosos estudios privados, la economía iraquí está obteniendo mejores resultados que cualquier otra economía de la región. El producto interior bruto del país creció en casi 90 mil millones de dólares en el 2004 (el último año del que hay cifras disponibles), más del doble del resultado en el 2003, y su tasa de crecimiento real, en estimación del IMF, fue de un 52,3%. En ese mismo periodo, las exportaciones crecieron en más de 3 mil millones de dólares, al tiempo que la tasa de inflación cayó hasta el 25,4%, desde el 70% en el 2002. La tasa de paro quedó cortada en seco, del 60% al 30%. Vinculado a esto está el nivel de actividad agrícola. Entre 1991 y el 2003, el sector agrario del país experimentó un declive sin precedentes, que finalmente dejó a la nación casi entera dependiente de la raciones distribuidas por Naciones Unidas bajo el Petróleo por Alimentos. En los dos últimos años, en contraste, la agricultura iraquí se ha visto sometida a una reanimación igualmente sin precedentes. Irak exporta hoy productos alimentarios a los países vecinos, algo que no había ocurrido desde los años 50. Gran parte del cambio se debe a los pequeños propietarios que, sacudiéndose el sistema colectivista impuesto por los baazistas, han retomado el control de la tierra que les fue expropiada por el estado hace décadas.

Finalmente, uno de los índices de la riqueza de la sociedad iraquí más fiables ha sido siempre su disponibilidad a hablar con el mundo exterior. Los iraquíes son un pueblo verbal; cuando se quedan en silencio, la vida se les está haciendo incontestablemente dura. En la práctica siempre ha habido momentos en los que uno podía encontrar escasamente algún iraquí, ya fuera en Irak o en el extranjero, dispuesto a expresar una opinión acerca de algo remotamente político. A eso es a lo que se refería Kanan Makiya cuando describía el régimen de Saddam Hussein como "la república del miedo". Hoy, de nuevo en un marcado contraste, los iraquíes hablan por los codos. Programas de radio, debates televisivos y blogs de internet funcionan a todo pasto, mientras el acalorado debate es el pan de cada día en tiendas, teterías, bazares, mezquitas, oficinas y domicilios privados. "Catarsis" es como Luay Abdulilah, el escritor de relatos cortos y cronista lo describe. "Este es el modo de cobrarse venganza contra décadas de silencio mortal". Además, un enorme abanico de medios independientes ha emergido en Irak, incluyendo más de 100 diarios y revistas de propiedad privada y más de dos docenas de emisoras de radio y televisión. Para cualquiera familiar con el estado de los medios en el mundo árabe, es una demostración evidente de que Irak es hoy el lugar donde la libertad de expresión se ejerce con mayor eficacia.

Que un observador experimentado de Irak con nociones de historia pueda señalar tantos factores positivos en la presente condición del país no servirá de mucho, por supuesto, para aplacar a los críticos más acérrimos de la intervención norteamericana allí. Podrían incluso decidir que las imágenes con las que se alimenta al público americano solamente muestran parte de la imagen, y que las noticias procedentes de Irak no son uniformemente malas.

Pero la raíz de su oposición es mucho más profunda, en los fundamentos políticos. Su crítica puede resumirse en el aforismo de que "la democracia no puede imponerse por la fuerza". Es una opinión que puede encontrarse entre los elementos más sofisticados de la izquierda y, cada vez más, entre los disidentes de la derecha, desde el Senador Chuck Hagel de Nebraska hasta el ex-neoconservador Francis Fukuyama. En palabras del Senador Hagel, "En mi opinión no puedes imponer simplemente una forma democrática de gobierno sobre un país sin historia ni cultura y sin tradición de democracia". Yo estoy deacuerdo en líneas generales. ¿Pero es Irak un lugar así? Ateniéndose a los hechos, antes de que el golpe militar pro-soviético de 1958 estableciese una dictadura izquierdista, Irak contaba con su porcentaje modesto, pero significativo no obstante, de historia, cultura y tradición democráticas. El país se instituyó a través de un referéndum popular celebrado en 1921, una monarquía constitucional moderada a imagen del Reino Unido, tuvo un parlamento con dos cámaras, diversos partidos (que incluían al Baaz y a los comunistas), y elecciones periódicas que llevaban a cambios de política y gobierno. En aquella época, Irak también disfrutaba de la prensa más libre del mundo árabe, además del mayor espacio para el debate y la disidencia en el Oriente Medio musulmán.

Cierto, Bagdad en estos días no es ningún Westminster, y, como demostró el golpe de estado de 1958, la democracia iraquí era frágil. Pero todo estudiante serio del Irak contemporáneo sabe que elementos sustanciales de la población, procedentes de todas las comunidades étnicas y religiosas, han probado ya las aspiraciones democráticas del mundo moderno. Como prueba, uno sólo necesita consultar la inmensa producción literaria y artística de los iraquíes tanto antes como después del golpe de estado de 1958. Bajo los sucesivos regímenes dictatoriales, es cierto, echó raíces la convicción de que los principios democráticos no tenían ningún futuro en Irak - una convicción que fue responsable en gran medida de forzar al exilio a casi 5 millones de iraquíes, un cuarto de la población, entre 1958 y el 2003, al igual que la convicción opuesta está atrayendo a tantos de ellos y a sus hijos de vuelta a Irak hoy.

Un argumento relacionado utilizado para condenar las aspiraciones democráticas de Irak es que es un país "artificial", que hoy sólo podría ser mantenido unido a través de un dictador. Pero, ¿alguna nación-estado cayó del cielo completamente acabada? Todas son en cierta medida creaciones artificiales, y Estados Unidos lo es destacadamente. Lo cierto es que Irak - una de las 53 naciones fundadoras de Naciones Unidas - es el más antiguo que la mayoría de los actuales 198 estados miembros de la organización. Dentro de la Liga Árabe, y dejando a un lado a Omán y Yemen, ninguno de los veintidós miembros es más antiguo. Dos tercios de los 122 países clasificados como democracias por la Freedom House nacieron después de la aparición de Irak en el mapa. Los críticos del proyecto democrático en Irak también afirman que, puesto que se trata de un estado multi-étnico y multi-confesional, el país está sentenciado al despotismo, la guerra civil o la desintegración. Pero podría decirse lo mismo de virtualmente todos los estados de Oriente Medio, la mayoría de los cuales no son ni multi-étnicos ni multi-confesionales. Lo que es más importante, todos los iraquíes, sin importar sus diferencias étnicas, lingüísticas o sectarias, comparten la sensación de una identidad nacional - uruqa ("iraquicidad") - que se ha desarrollado a lo largo de las últimas ocho décadas. Un estado unificado y federal pudiera fracasar en Irak - la historia no se escribe antes de tiempo - pero incluso si un divorcio fuera inevitable en algún momento, un Irak democrático estaría en mejor posición para gestionarlo.

Lo que demuestra todo esto es que, al contrario de la opinión percibida, la Operación Libertad Iraquí no fue una tentativa de imponer la democracia por la fuerza. En su lugar, fue un esfuerzo por utilizar la fuerza con el fin de eliminar los obstáculos a la democratización, principalmente deponiendo a un tirano que había suprimido por completo un aspecto con solera de la identidad del país. Pueden pasar años antes de que sepamos seguro si el Irak post-liberación ha elegido definitivamente la democracia. Pero una cosa es segura: sin el uso de la fuerza para eliminar al régimen baazista, el pueblo de Irak no habría tenido oportunidad siquiera de contemplar un futuro democrático. Examinar el progreso de ese proyecto democrático no es un tema simple. Pero, según cualquier estándar razonable, los iraquíes han logrado hitos extraordinarios. En una serie de comicios municipales y dos elecciones generales en los tres últimos años, el 70% de los iraquíes convocados han votado. Esta nueva orientación es apoyada por más de 60 partidos políticos y organizaciones, los primeros sindicatos del mundo árabe genuinamente a favor del libre comercio, un creciente número de asociaciones profesionales que actúan con independencia del estado, y más de 400 organizaciones no gubernamentales que representan a diversos segmentos de la sociedad civil. Una nueva constitución, redactada por los iraquíes representando todo el espectro de sensibilidades religiosas, políticas y étnicas fue aprobada de manera aplastante por el electorado en un referéndum el pasado octubre. La nueva realidad política de Irak queda también patente en el vocabulario de la política utilizado en todos los niveles de la sociedad. Muchas palabras nuevas -- transparencia, contabilidad, pluralismo, disidencia -- han entrado en el discurso político de Irak por primera vez. Más destacadamente quizá, todos los partidos y personalidades actualmente involucrados en el proceso democrático se han comprometido con el principio de que el poder debe ser buscado, ganado, y perdido a través de elecciones libres y justas.

Estos logros democráticos son especialmente impresionantes cuando se comparan con los objetivos declarados de los enemigos del nuevo Irak, que han emprendido una lucha determinada contra él. Desde la liberación del país, los jihadistas y los baazistas residuales han asesinado a alrededor de 23.000 iraquíes, en su mayor parte civiles, en cifras significativas de ataques arbitrarios y operaciones suicida. Indirectamente, han provocado la muerte de miles más, saboteando el agua o los servicios de electricidad y provocando ataques de venganza sectaria. Pero han fracasado a la hora de traducir su talento para el asesinato y la masacre en éxito político. Su campaña no ha logrado reducir apreciablemente, por no decir detener, la democratización del país.

En la práctica, a cada paso del camino, los jihadistas y los baazistas han visto sus objetivos declarados frustrados. Después de la invasión, intentaron al principio evitar la formación del Consejo de Gobierno, la expresión de la continua existencia de Irak como nación-estado soberano. Lograron asesinar a varios miembros del Consejo, incluyendo a su presidente, en el 2003, pero no lograron evitar su formación o evitar que realizase su tarea en el periodo interino. El siguiente objetivo de los insurgentes fue detener las elecciones municipales. Su mensaje era simple: los candidatos y los votantes serían asesinados. Pero, una vez más, fallaron: miles de hombres y mujeres dieron un paso al frente como candidatos y más de 1,5 millones de iraquíes votaron en las localidades donde se celebraron elecciones. La insurgencia hizo amenazas similares en la víspera de las primeras elecciones generales, y el resultado fue el mismo. A pesar de matar a 36 candidatos y 148 votantes, no lograron descarrilar los comicios, en los que la cifra de votantes se elevó a más de 8 millones. La insurgencia tampoco pudo evitar la redacción de la nueva constitución democrática, a pesar de una campaña de asesinatos contra sus redactores. El texto estuvo preparado a tiempo y fue presentado y aprobado por referéndum, según lo planeado. La cifra de votantes creció una vez más hasta más de 9 millones. ¿Qué hay de las relaciones entre chi’íes, sunníes y kurdos, el foco de tanta atención últimamente? Durante casi tres años, la insurgencia trabajó duro para mantener al margen del proceso político a la comunidad árabe sunní, que supone alrededor del 15% de la población. Pero la campaña colapsó cuando los sunníes salieron a votar en el referéndum constitucional y en las segundas elecciones generales, que vieron acudir a las urnas a casi 11 millones de iraquíes. Mientras escribo, todos los partidos políticos que representan a la minoría árabe sunní se han unido al proceso político y tienen una fuerte representación en el parlamento. Con la formación de ese parlamento, y la nominación en abril de un nuevo primer ministro y un consejo presidencial de tres hombres, se abre el camino a la formación de un gobierno de base amplia y unidad nacional para encabezar Irak a lo largo de los próximos cuatro años.

En cuanto al esfuerzo de la insurgencia por fomentar la violencia sectaria -- una estrategia lanzada por primera vez hacia finales del 2005 -- esto también fue un estrepitoso fracaso. La esperanza aquí era provocar una guerra total entre la minoría árabe sunní y los árabes chi’íes, que suponen alrededor del 60% de la población. La nueva estrategia, al igual que las intentadas previamente, ciertamente ha producido muchas muertes. Pero a pesar de los incontables casos de matanzas sectarias por parte de las denominadas milicias, no hay señal aún de que los chi’íes como conjunto vayan a adoptar el papel que les es asignado por la insurgencia y organizar una campaña concertada de venganza a nivel nacional.

Finalmente, a pesar de la impresión creada por la incesante información desesperada en Occidente, la insurgencia ha demostrado ser incapaz de dar al traste con los servicios gubernamentales esenciales. Cientos de profesores y alumnos han sido asesinados en incidentes que incluyen la decapitación de dos profesores en sus aulas este abril y horribles ataques suicida contra autobuses escolares. Pero hacia septiembre del 2004, la mayor parte de las escuelas de todo Irak y virtualmente todas las universidades están abiertas y funcionando. Hacia septiembre del 2005, más de 8,5 millones de niños y jóvenes iraquíes asistían al colegio o a la universidad -- un récord nunca visto en la historia de la nación. Una historia similar se aplica a las clínicas y los hospitales de Irak. Entre octubre del 2003 y enero del 2006, más de 80 médicos y más de 400 enfermeras y auxiliares eran asesinados por los insurgentes. Los jihadistas también saquearon varios hospitales, matando a los pacientes comunes en sus camas. Pero, una vez más, no lograron sus objetivos. Hacia enero del 2006, los 600 hospitales y clínicas estatales de Irak estaban funcionando a ritmo normal, junto con docenas de nuevos centros creados por el sector privado desde la liberación. Otro de los objetivos estratégicos de la insurgencia fue detener por completo la industria petrolera iraquí e interrumpir la exportación del crudo. Desde julio del 2003, la infraestructura petrolera de Irak ha sido objetivo de más de 3000 ataques e intentos de sabotaje. Pero una vez más la insurgencia ha fracasado al no lograr sus objetivos. Irak ha reanudado su pertenencia a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC) y ha vuelto a los mercados mundiales como importante exportador de petróleo. Según las proyecciones, para cuando acabe el 2006 estará produciendo su cuota total de la OPEC de 2,8 millones de barriles al día. El resto baazista y sus aliados jihadistas parecen una banda de criminales que gana una torre de fichas en una mesa de ruleta sólo para descubrir que no pueden cambiarlas por dinero real en el mostrador.

Los enemigos del nuevo Irak han logrado arruinar las vidas a decenas de miles de iraquíes, pero a lo largo de los tres últimos años han impulsado sus trasnochados objetivos, que lo son, muy poco. En lugar de eso, han sido militarmente contenidos y políticamente derrotados una y otra vez, y el beneficiario ha sido la democracia iraquí. Nada de esto significa que el nuevo Irak esté fuera de peligro. Nada más lejos. El éxito democrático aún exige una gran cantidad de paciencia, determinación y suerte. La coalición liderada por Estados Unidos, sus aliados y socios ha logrado la mayor parte de sus objetivos políticos importantes, pero ese logro permanece amenazado y podría correr peligro si Estados Unidos, por cualquier motivo, decide aceptar la derrota a las puertas de la victoria. El actual mandato de la coalición liderada por Estados Unidos se acaba a finales de este año, y es improbable que Washington y sus aliados quieran mantener su presencia militar a los actuales niveles. En los últimos meses, más de la mitad de las 103 bases utilizadas por la coalición se han transferido al nuevo ejército iraquí.

La apuesta segura es que la cifra de tropas norteamericanas y de la coalición podría ser reducida de las 140.000 a 25.000 o 30.000 hacia finales del 2007. Uno se pregunta porqué, si la misión militar ha tenido tanto éxito, Estados Unidos necesita aún mantener una presencia militar en Irak durante otros dos años al menos. Para esto hay tres motivos. El primero es disuadir a los vecinos depredadores de Irak, sobre todo Irán y Siria, que podrían desear seguir sus agendas contra el nuevo gobierno de Bagdad. Ya han revivido algunas reclamaciones bajo los Tratados de Erzerum (1846), según los cuales Teherán disfrutaría de un droit de regard sobre los enclaves religiosos chi’íes de Irak. En Siria, algunos en los círculos del poder de ese país han invocado la posibilidad de anexionarse la zona conocida como Jazirah, el denominado triángulo sunní, en nombre de la unidad árabe. Por su parte, Turquía hace ruido con el Tratado de Lausanne (1923), que le dio potestad sobre los campos petroleros del norte de Irak. Todas estas pretensiones necesitan ser rechazadas. El segundo motivo para extender la presencia militar de América es político. Estados Unidos está actuando como árbitro entre las diversas comunidades étnicas y religiosas de Irak y las facciones políticas. En cierto sentido, es un guardia de tráfico, que da a los iraquíes luz verde o roja cuando, y si es necesario. Es importante que Estados Unidos continúe realizando este papel durante el primer año o segundo año del nuevo parlamento y gobierno recién elegidos. Finalmente, Estados Unidos y sus aliados tienen un papel clave a jugar en el entrenamiento y la prueba del nuevo ejército y la policía de Irak. Ya se ha logrado un éxito impresionante sobre ese terreno. No obstante, el nuevo ejército iraquí necesita otro año o dos al menos antes de tener desarrollada una capacidad logística adecuada y haber aprendido a organizar y llevar a cabo operaciones que implican a sus diversas ramas.

¿Pero mantendrá Estados Unidos el curso? Muchos apuestan en contra. Habiendo fracasado sus esfuerzos previos por desbancar la democracia iraquí, los jihadistas y los baazistas ahora ponen sus esperanzas en crear el caos y las muertes suficientes para persuadir a Washington de la futilidad de sus logros. En esto han tenido el apoyo tácito no sólo de los déspotas musulmanes y árabes, acertadamente temerosos de un fantasma democrático, sino de todos aquéllos en Occidente cuyo incesante lema propio ha sido la certeza del fracaso americano. Entre los que odian a Bush en Estados Unidos, igual que entre los antiamericanos de todo el mundo, las predicciones de guerra civil en Irak, de hostilidades regionales que se extienden, y de un terrorismo global que revive no se van a detener a corto plazo. Pero los observadores más serios comprenderán el equilibrio real en Irak. La democracia está teniendo éxito.

Además, gracias a su éxito en Irak, hay levantamientos por todas partes de la región. Más allá de las tan publicitadas concesiones electorales arrancadas en Egipto y Arabia Saudí, existe un nuevo discurso democrático a escuchar. El nacionalismo y el pan-arabismo, los tétricos gritos de guerra de ayer, han cedido el paso a "la gran idea" de un modo distinto. El debate y la disidencia están ahora en el aire donde no había ninguna [de las dos] antes - un avance que se debe, de modo significativo, a la campaña norteamericana en Irak y a la brillante respuesta iraquí aún en funcionamiento.

Las probabilidades de éxito, en pocas palabras, no podrían ser más elevadas. Esto es más motivo aún para celebrar, construir y consolidar lo que ya se ha logrado. En lugar de intentar echarlo abajo contra la administración Bush, las élites de América harían mejor, y a la sazón demostrarían más amor propio, intentando dirigir su ira a donde debería ir apropiadamente: contra esos enemigos violentos e incesantes de la democracia en Irak que, en la realidad, son los enemigos de la democracia en América también, y de todo lo que América ha defendido alguna vez. ¿Es la vorágine de Irak un desastre, un fracaso? Ciertamente no; nada de lo de arriba. De todos los objetivos utilizados por los escépticos y los críticos para describir el Irak de hoy, el único que tiene un atisbo de verdad es "desastroso". Sí, la situación en Irak hoy es desastrosa. Los nacimientos siempre lo son. ¿Desde cuándo es eso un motivo para declarar a un bebé no apto para vivir?